Lola Mora es un personaje de referencia recurrente. La presencia silenciosa de sus obras en espacios tucumanos y porteños, entre otros sitios, dan testimonio de su vitalidad artística y creativa; además, en performance, Andrea Barbá trabaja su “Evocación Lola” y hay agrupaciones y movimientos feministas que llevan el nombre de la escultora tucumana.

A las 21, en la sala Orestes Caviglia (San Martín 251), Alejandro Carrizo traerá la obra teatral que escribió y dirige: “Lola Mora, una pasión”, que tiene la actuación de Cecilia Calvó e intervenciones de Gisela Tabacman y de Victoria Galeano en escena. La música original fue compuesta por Ismael Jorda.

El autor jujeño participó del movimiento cultural intelectual de Tucumán en los 80 y regresa a la provincia con un planteo que entrelaza el pensamiento con el accionar de la artista plástica para rendirle homenaje y repensar su legado en lo social y escultórico. El monólogo -según le adelanta Carrizo a LA GACETA- transcurre en su atelier, espacio cargado de simbolismo en el cual el público podrá recorrer los momentos más trascendentales de su vida: la discriminación, el machismo, la energía puesta en hacer en un territorio dominado por los hombres, su interés en otras facetas de la sociedad y sus amores, en un juego escénico entre realidad y ficción, con involucramiento del público.

- ¿Cómo encaraste el personaje histórico?

- Desde la dramaturgia, lo trabajé como la reflexión final ante la muerte de una mujer sola, marginada, ofendida, sabia en algún sentido, potente, que enfrenta las complejidades de vivir en una sociedad no sólo machista sino también retrógrada. El personaje es una “mujer empujada”, pero que resiste.

- ¿Por qué lo trabajás en su instante final?

- Es el momento en el que ya no importa nada, queda lo que pudo hacer y lo que dejó: sus obras, sus niñas, sus hijas, sus fantasmas, su sangre y sus sueños.

- Ante esa situación límite, ¿tiene como aspiración dejar una herencia?

- No lo sé. Tal vez. Pero ella deja un legado concreto: sus obras y su mensaje que es “lo pude hacer, a pesar de tener todo en contra”. Eso lo decidirá el público, lo que cada uno sienta, pero creo que ella es un paradigma a revisar siempre.

- ¿Qué le aportó al arte y a la sociedad?

- La mía, la Lola de esta ficción, es un desafío en sí misma, y no sólo es individual, tiene un discurso genérico, social; habla del tango, de la locura, de los efluvios del arte, hasta de política... Mi Lola es una marca.

- Como pionera del feminismo, un siglo después, ¿aún debe ser reivindicada?

- Creo que sí. Hoy más que nunca, en la lucha de las mujeres por sus derechos, creo que sería un ejemplo a seguir en muchos aspectos, sobre todo en el arte, y en su dignidad.

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- ¿Qué te interesa destacar de Lola Mora?

- Su tesón, su vitalidad, su dignidad. Ella asume que está loca, sí, que ama esa locura, una locura que tiene un discurso para el mundo, una locura creativa, habla hasta políticamente de las clases…

- ¿De qué forma se vincula con el público?

- Hay un momento, promediando la obra, en que se desdobla, baja al público y la que habla es la actriz, Cecilia Calvó, y las estatuas, aunque silentes, también acompañan esta intervención. Luego vuelve al personaje de Lola y reivindica la trascendencia de ese ser.

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- ¿El arte es una forma de abordar otras discusiones y debates?

- Por supuesto, siempre el arte es el inicio de un proceso de crecimiento humano, social, espiritual; de lo contrario, no es arte; pero de manera sugerente, insinuativamente, no directo ni cerrado. Para que suceda el “hecho estético”, el artista pone su parte y el público la suya, entonces se completa el verdadero encuentro estético.

- ¿La rebeldía sigue siendo castigada?

- De una forma u otra, la rebeldía molesta, pero en el arte es imprescindible; el artista es un inconformista, un ser que pretende con su oficio transformar la realidad (o al menos mirar con otro prisma las cosas).